Estilo: Comedia
Palabras: Mauricia, Loro, Coche
Como todos los días, Mauricia se
preparó para salir de casa. Se dio una ducha fría que le caló hasta los huesos,
peinó con cuidado los finos y escasos pelos que le quedaban, tropezó con la
alfombra al salir por la puerta, se enfundó en esas ropas holgadas que no
hacían más que recordarle que estaba mayor y se cubrió con varias capas de
maquillaje para ocultar esas arrugas que no dejaban de acosarla. El silencio en
el apartamento se vio interrumpido de golpe por una sola palabra:
-¡Coche!
Mauricia maldijo. Se había olvidado
por completo. El estúpido loro tenía cita con el veterinario. Cambio de planes.
Fue a todo correr a la terraza, donde se encontraba esa gran jaula azul con Besugo
dentro. Por las fotos que había visto, cualquier otro animal de su especie era
rematadamente precioso. Esas plumas pequeñas y brillantes, de colores tanto
verdes como una manzana recién caída del
árbol, como de un rojo atardecer hermoso. No sabía de la existencia de aves tan
bonitas hasta conocerlo. Pero en cambio, ahí estaba Besugo, esmirriado y medio
desplumado, con unos ojos bizcos inyectados en sangre que convertían su mirada
en un arma que provocaba escalofríos o risas en cualquiera que los mirase.
Menos en Mauricia, claro, ella ya estaba acostumbrada.
-¡Coche! – repitió Besugo.
-Maldito bicho, ¿por qué no dirás
otra puñetera palabra? Di “Hola”.
-¡Coche!
Todos los días la misma cantinela.
Mauricia suspiró, derrotada. Llevaba dos años intentando que el pájaro
aprendiese alguna que otra palabra, siguiendo consejos del veterinario o de
foros que encontrara en internet. Pero no había manera. Coche. Coche, coche,
coche. No había quien le quitase esas cinco letras del pico.
-Bueno imbécil, hoy te toca veterinario,
así que por favor, estate tranquilito cuando salgamos a la calle.
-¡Coche!
Como esperaba, nada más cruzar el
portal, Besugo se volvió loco. No dejaba de menear la jaula, y los viandantes
no apartaban ojos de la mujer con la raquítica bestia emplumada. Maldito el
momento en el que adoptó a ese estúpido bicho. Un par de años antes había aparecido en el alféizar de su ventana, malherido y deshidratado, y no pudo hacer nada
más que acogerlo. Hablando con su veterinario y vecinos, descubrió que era la mascota
de un joven que había fallecido en un accidente doméstico. Nadie sabía ni qué le
había pasado al loro ni como había llegado hasta Mauricia. Lo que sí pudieron
decirle es que nunca antes había tenido tal obsesión con esa palabra.
-¡Coche!
-Mira Besugo, te juro que cómo
repitas eso, ato la jaula a un puto yunque y te tiro al puto río.
-¡Coche!
Mauricia entornó los ojos. Si
hubiese cumplido sus amenazas, Besugo habría muerto todos y cada uno de los
días. Así que siguió caminando, intentando ignorar los chillidos y movimientos
del pájaro. Pero hubo un momento que no pudo más.
-¡Coche! ¡Coche! ¡Coche! – gritaba
como un poseso mientras cruzaban la calle.
-¡Ya estoy hasta los cojones,
pajarraco de mierda! ¿Pero tan difícil es aprender una puta palabra distinta? ¿Es
qué pretendes volverme loca?
-¡Coche! ¡Coche! ¡Coche!
-¡Pero que te calles, coño! Tenía
que haberte ahoga…
¡PUM! Esta onomatopeya no es capaz de reflejar con fidelidad como fue percibido el golpe seco
producido por el encuentro del morro de un turismo rojo con el pequeño y
enclenque cuerpo de Mauricia. La mujer salió por los aires,
como si de una muñeca de trapo se tratase, y alguno juró escuchar incluso el
crujido de sus huesos rompiéndose al darse contra el asfalto. A lo que nadie
prestó atención fue a Besugo, que aprovechó que la jaula se abriese con el
impacto y salió disparado, desapareciendo entre el gentío como si nunca hubiese
estado allí.
No se detuvo hasta que se posó
sobre la barandilla de una terraza, donde una joven se lo encontró. Tímidamente
se acercó hacia él, y al ver que no parecía asustarse por su presencia, se
atrevió a acariciarlo.
-¿Qué te ha pasado, pobre
pajarillo?
-¡Escaleras!
-Oh, sabes hablar. ¿Y puedes decir
alguna otra cosa, pequeñín?
-¡Escaleras!
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"Morirás, es estúpido temer lo que no puedes evitar."
Séneca el Joven
Podéis ver un pequeño guiño sobre cómo acaba esta historia en Chocolate, bálsamo e Izal.
Gracias a Noe por las palabras, aunque siento no haber sido capaz de hacer una comedia de verdad. Aunque oye, hay sentidos del humor para todo. Nah, en serio, intentaré hacer bien el encargo con el tiempo ;)
Séneca el Joven
Podéis ver un pequeño guiño sobre cómo acaba esta historia en Chocolate, bálsamo e Izal.
Gracias a Noe por las palabras, aunque siento no haber sido capaz de hacer una comedia de verdad. Aunque oye, hay sentidos del humor para todo. Nah, en serio, intentaré hacer bien el encargo con el tiempo ;)
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