domingo, 18 de noviembre de 2018

Una noche, cuatro elementos


Palabras: Fuego, Aire, Tierra, Aire

Taiwo sintió fuego en la garganta, pero no le importó. Estaba acostumbrado. Apoyó con fuerza el vaso de chupito en la sucia mesa de madera, y cogió el siguiente. De un trago también. Cristal contra madera, golpe seco, gritos, cánticos y palmadas. Sonrió a sus amigos y se puso en pie. El planeta entero se tambaleó a su alrededor. Se apoyó en el hombro de Tomi para equilibrarse, y señaló hacia el siguiente local.

Correteó sonriente sobre el asfalto, seguido por los demás. Era el rey de toda la maldita ciudad de Lagos. Aulló. El placentero viento que soplaba a su espalda y el firme cemento que pisaba eran lo único que impedía que flotase hacia la enorme luna llena. ¿Sería verdad que sabía a queso? Lo dijo en alto. Una cascada de carcajadas brotó a su alrededor. No entendía a qué se debían, pero se dejó llevar por ellas, y abrazó a Kemi con un ataque de risa que no parecía querer que el aire fluyese por sus pulmones.

Enganchó a su amigo con el brazo y lo guió hacia el bar de enfrente. Una vaca de neón les recibió en la entrada. ¿O era un rinoceronte? Vaso de tubo esta vez, ron y coca cola. Drake resonando en sus oídos, pista de baile pegajosa bajo sus pies. No sabía lo que hacía, pero lo hacía igualmente. Era Michael Jackson, era Shakira, era el puto Jesucristo del perreo. ¿Sofoco? Chaqueta fuera. ¿Empapado? Dorso de la mano por la frente y listo. ¿Sed? A sacar billetes y a vivir.

Oscuridad, luz y colores esquizofrénicos. El fuego de su garganta de excursión por su cuerpo. Otro vaso. Y otro. Entraban como agua. Silueta seductora moviéndose ante él. Hipnótica, radiante, misteriosa. Olía a imán, tenía que seguirla. Su voz se perdía entre las demás, pero él contestaba igualmente. ¿A qué? ¿El qué? Palabras que no pasaban por su mente salían por su boca sin volver a sus oídos. Qué más daba. Ella sonreía y se acercaba más. Otro tipo de fuego se asomaba por sus sentidos. Piel con piel, aliento con aliento, gestos con gestos. Tienda de campaña, fuente descontrolada, fugaz despedida y lengua saboreando el aire.

Pero daba igual. La pista seguía siendo suya. Estrellas deslumbrantes nacían y morían a su alrededor. Sus pies seguían onomatopeyas, ¿sus ojos? No podría seguir jurando si los tenía. Hormigas en las manos, anestesia en la boca, vértigo en las neuronas. La escala de Richter descontrolada, intentando hacerle perder el ritmo. Arriba y abajo, derecha e izquierda, definiciones perdidas entre el chunda chunda. Se sostuvo contra una pared, y el universo lo sacó en volandas hasta que el frío aire luchó por inundar el fuego de su interior.

Se giró e intentó enfocar. La pared resultara ser Kemi, el universo, Tomi. Quería volver con la vaca de neón, pero no le dejaron. ¿Por qué no, aguafiestas de mierda? Era ya mayorcito para hacer lo que le diese la puta gana y más, así que debían dejarle pasar. Eso hicieron, y Taiwo corrió entre ellos. Pies en el aire, cara en la tierra, y risas en las orejas. Manos que lo levantaron y lo agarraron con fuerza. Podía andar solo, era la maldita Shakira. Waka waka, cena en la acera, mil agujas en el gaznate y sal seca en las mejillas. Taxi y bolsa de papel. Caricias en la cabeza. Puerta cerrada, pantalones abajo, cubo en la alfombra y luces fuera.

Taiwo se despertó con las pestañas pegadas entre ellas como si alguien se hubiese motivado con la cola instantánea. Se levantó de la cama en calzoncillos, con la camisa todavía puesta y los calcetines llenos de mierda. Todas las óperas del universo retumbaban al mismo tiempo en su garganta. Se acercó al espejo y se encontró con los cuatro elementos. Tierra en la cara, aire en la mirada fuego en la cabeza y agua en la entrepierna.


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"Por el alcohol, causa y solución de todos los problemas de la vida." 

Homer J. Simpson