miércoles, 28 de diciembre de 2016

27 de marzo de 2023

Temática: Política

Palabras: Poder, Tener, Querer

Nunca había visto a tal cantidad de gente junta. La ciudad entera debía de estar allí, todo Zanzíbar. Y no era para menos, la verdad. Estaban tan apiñados, que Rehema apenas podía moverse, apenas podía ver las pantallas gigantes que habían colgado en el viejo fuerte. Gritos, risas, lloros, piel, sudor, e incluso sangre, la rodeaban por doquier y asfixibian sus sentidos. Pero no le importaba. Nada le preocupaba mientras sintiese a Haroub agarrado a su mano derecha y a Hawa a su brazo izquierdo. Porque lo que estaba pasando allí era más importante que ella, más importante que todos. Porque todos los que estaban reunidos allí, de una u otra manera, lo habían conseguido, habían conseguido cambiar el rumbo de la historia. Y estaban allí para celebrarlo.

Ni siquiera habían encendido las pantallas, y Rehema ya notaba como las lágrimas intentaban abrirse camino. Usó el velo para taparse un poco más, le daba vergüenza que la viesen así. Además, si no la reconocía nadie, mejor que mejor. Sintió como apretaban su brazo izquierdo y miró a su hija. Estaba nerviosa, pero serena al mismo tiempo. No estaba gritando ni hablando como el resto de la gente que las rodeaba, sino que simplemente miraba fijamente hacia delante. Solo tenía quince años, pero se notaba que era completamente consciente de la importancia de ese día. 27 de marzo de 2023, un día que pronto ocuparía su lugar en los libros de historia tanzanos.

Rehema suspiró. Ojalá estuviesen todos sus niños allí, con ella y Haroub. Pero las gemelas eran demasiado pequeñas y estaban mejor con su abuela, Neema lo estaría viendo con sus compañeros desde Dar es Salaam, y Khamis seguramente con su esposa, desde Koani. La pantalla se encendió de repente, y Rehema dio un respingo cuando se hizo el silencio de inmediato. Las miles de personas que se encontraban allí reunidas entendían la importancia de lo que iba a pasar, y ninguna dijo ni una palabra en cuanto aparecieron la secretaria general de la ONU y el presidente de Tanzania en pantalla.

 Rehema apretó con fuerza la mano de Haroub, y él le devolvió el gesto. Hacía unos pocos años, cuando había llegado a los cincuenta, que se había resignado a vivir esa emoción, a morir antes de que esta noticia circulase por el mundo. Pero no había sido así. Lo había vivido, y de hecho, había puesto su granito de arena. Pero no era el momento de estar orgullosa de si misma, sino de estar orgullosa de todos los millones de personas que lo habían hecho posible. Y sobre todo, era el momento de prestar atención a lo que tenía delante.

Tuvieron que aguantar soporíferos discursos durante más de una hora tanto de políticos patrios como de todas partes del mundo, en los que hablaban mucho pero sin decir nada. La gente se estaba empezando a impacientar, y ya se oían murmullos e incluso algunas discusiones. Rehema ya no era una jovenzuela como para aguantar con tanta compostura como Hawa durante tanto tiempo de pie, y pudo notar que Haroub tampoco. Pero aun así no se movieron. Ni ellos, ni nadie. Porque por fin, la secretaria de la ONU volvió a dar un paso al frente. Lo dijo en inglés, pero como el resto de los discursos, unas blancas letras en swahili se encargaron de traducirlo todo. Y el corazón de Rehema dio un vuelco, las lágrimas por fin encontraron su camino hacia la libertad, y el viejo fuerte de Zanzíbar se inundó de gritos, risas y bailes. 

Porque por fin lo habían conseguido. Después de sesenta años de historia, por fin el mundo quitaba la etiqueta que había adornado Tanzania durante demasiado tiempo. "Parcialmente libre" había sido la definición de la política en Tanzania desde que Rehema había empezado su recorrido por ese mundillo. Pero ya nunca más. Años de duro trabajo y dedicación, de luchas, juegos de estrategia y dialéctica, y hasta muertes, habían llegado a su fin, porque por fin lo habían dicho, ya era oficial. Tanzania era un país libre con todas las de la ley, nunca mejor dicho. Puede que el resto del mundo que se llama a si mismo civilizado se estuviese yendo al garete, con Rusia intentando controlar Oriente Medio, la construcción del muro de Trump y la otrora pacífica Australia ahora dividida por la guerra. Pero eso en Tanzania no importaba, porque ahora era su momento de ser grandes, o por lo menos, ser felices. Porque ese 27 de marzo de 2023 lo había cambiado todo para ellos. 

Al día siguiente, nada más llegar a su puesto en la Casa de Representates de Zanzíbar, Rehema fue consciente de que no todo el mundo estaba tan contento como ella. No es que no lo comprendiese. Su partido se había encargado de llevar a Tanzania a la libertad durante estos últimos años, y lo habían conseguido. Y entonces, apenas un mes antes del anuncio oficial, habían perdido las elecciones. Había sido por un estrecho margen, pero había sido una derrota igualmente. Oyó a dos de sus jóvenes compañeros de bancada quejarse, hablar de que no deberían haber hecho nada, que estarían mejor con el país como estaba. Rehema lo achacó a la impotencia del momento, y lo entendió. Aunque ellos siguiesen gobernando en la isla, a nivel nacional el país había decidido que no debían seguir liderándolo, sin importarles todo lo que habían conseguido. También le frustraba, tampoco lo entendía, así que sí, entendía por qué decían lo que decían. Pero ni por asomo lo compartió.

Todavía recordaba con claridad las palabras de su mentor en el mundo de la política, cuando ella había empezado su carrera, ya treinta años atrás. 

-Para llevar un país, tienes que tener presente siempre tres cosas. Lo que puedes hacer, lo que quieres hacer, y lo más importante, lo que tienes que hacer. Habrá veces que querrás hacer algo, y podrás hacerlo, pero no tendrás que hacerlo. Podrás aguantarte y vivir con ello. Otras, tendrás que hacer algo, y podrás hacerlo, pero no querrás. Tendrás que resignarte y hacerlo. Y otras, tendrás que hacer algo, y querrás hacerlo, pero no podrás. Y en esas ocasiones, Rehema, tendrás que luchar. Tendrás que darlo todo, sangre, lágrimas y tiempo, para conseguirlo. Porque has elegido este mundo, has elegido que los ciudadanos te necesiten, y has elegido hacer lo que hay que hacer.  

En aquel entonces no era más que "la tal Rehema", la chica bajita y regordeta de las juventudes del partido. Ahora era la ministra de Economía de Zanzíbar, Rehema Ali Mwinyigogo, antigua diputada y miembro del gobierno de Tanzania. Y con todo lo vivido, con todo lo sufrido, con todas las decepciones a lo largo del camino, seguía creyendo en esas palabras como el día que las escuchó. 

Les habían dicho que era imposible que su países conociese la más absoluta libertad. Que era imposible que su partido ganase unas elecciones y mucho más, que consiguiesen llevar a cabo lo que se planteaban. Y en su momento era cierto. Tenían que hacerlo y querían hacerlo más que nada en el mundo. Pero no podían. Pero no se rindieron. Y seguían sin poder hacerlo, seguían siendo incapaces de conseguirlo durante mucho tiempo. Hasta que sí que pudieron. Y lo hicieron. Y ahora su país era un lugar mejor. No muy agradecido parecía ser, pero un lugar mejor al fin y al cabo. A ella también le gustaban los aplausos, no iba a mentir, y a nadie le gustaba que le pegasen un puñetazo en la cara después de lograr lo imposible, después de dejarte la piel por ellos. 

Había llorado y se había tirado de los pelos como el resto del partido tras ver el resultado de las elecciones, sí. Como para no hacerlo. Había pensado en dejarlo todo, en abandonar al país al que había dado todo y que parecía empeñado en ponerle la zancadilla igualmente. Pero no lo hizo. En un principio no sabía decir por qué, pero en cuanto se vio rodeada de miles de personas, cantando, riendo y llorando, lo supo. En cuanto vio el serio semblante de su hija Hawa recomponerse en una carcajada, en cuanto vio a Haroub cubriéndose la para ocultar sus lágrimas, lo supo. 

Qué más daba si era diputada de un país o de una región, que más daba si estaba en el gobierno o en la oposición. Ella había querido hacerlo, había tenido que hacerlo y no había podido. Y siguió queriendo, y siguió queriéndolo aun más, y siguió sin poder. Hasta que pudo. Y lo hizo. Y lo hicieron. Y ahora todo era posible, así que sí, había perdido. Pero había ganado. Y en el fondo, da igual que sufras mil derrotas. A veces una victoria, una sola victoria perdida en un mar de pérdidas, es lo que importa. Y en este caso, así era. Así que cambió de idea, se levantó y se dirigió a esos dos jóvenes que querían rendirse. Había un discurso que quizás les vendría bien escuchar. Seguramente la ignorasen completamente, ¿pero a ella qué le importaba? Su país era libre por fin, tenía cosas más importantes en las que pensar. 

**************************************************************

"La palabra política se ha manoseado tanto que significa todo y no significa nada." 
Eduardo Galeano



Para saber algo más sobre las guerras que dividen Australia, podéis leer Tornillería S.L.. Para lo de Trump y Rusia, acordaos de leer periódicos en 2023.