Palabras: Osobuco, J&B, Aplatanao, Anodino, Tritón
-Socio, tienes que dejar de estar tan
aplatanao hostia, que tengo ganas de potar sólo de hablar contigo.
Jairo intentó ignorarlo, y mantuvo los ojos fijos en la reposición de Pasión de Gavilanes. Ante él estaba
Miguel, mirándole con desprecio, con los brazos cruzados y con esa dichosa
gorra con la silueta de un tritón en la cabeza.
-Venga alelao, abre el whisky ese
caro que llevas meses guardando y nos echamos unas risas. Que si esperas a
aprobar todo vamos jodidos.
Lo peor es que tenía razón. El
primer año de carrera lo había aprobado por los pelos, y el segundo no había
empezado muy bien. Así que Triana, para animarlo, había hecho un pacto con él.
Compraron una botella de J&B, y se la beberían juntos en cuanto acabasen el curso
con todas las asignaturas superadas. Si no, se la darían de beber al váter.
Obviamente era una tontería, a
Triana se le daba muy bien animar a la gente con cualquier chorrada. Pero él había intentando tomarse la apuesta en serio. Estaba estudiando para ser psicólogo, el
sueño de su vida, y se lo había pasado bastante por el forro. No se había
esforzado en absoluto, y a pesar de todo, seguía sin hacerlo. Estaba más que seguro de
que tanto el J&B como su futuro se irían por el retrete. Y cómo no, el
pesado de Miguel con su estúpida gorra de tritón estaba siempre ahí para recordárselo.
-¿Y usted ya sabe que va a pedir?
-Perdona, aún no, dame un segundo.
Pudo ver como Hakim y Amalia,
sentados en frente de él, ponían los ojos en blanco. Triana le cogió de la mano
y le pidió que apremiase, y Jairo se sonrojó, mientras sus ojos recorrían una y
otra vez el menú de arriba abajo. Le apetecía mucho el osobuco, pero no estaba
seguro. Quizás unos boquerones estarían mejor. Aunque el osobuco era muy
apetecible…
Amaia suspiró, la camarera golpeteó exasperada la libreta con los dedos y Jairo enrojeció
aún más. Entendía que se impacientasen. Triana y él habían conocido a Hakim, Amalia
y Amaia cuando habían empezado su nueva vida universitaria, un año y medio
atrás. Los dos primeros venían de Ceuta, mientras que Amaia, al igual que Triana y él mismo, se había trasladado desde su pueblo en la periferia a Málaga, por lo que
todos estaban lejos de casa, y habían acabado convirtiéndose los unos para los otros en una segunda familia. Esa cena en uno de los mejores restaurantes de la ciudad había resultado en una
ocasión para celebrarlo, y él había empezado la noche abochornándolos por millonésima vez gracias a su gran capacidad de decisión.
-Me cago en dios, ¿quieres pedir el
puto osobuco, macho? ¿Es que no eres capaz de decidir nada en tu puta vida?
¿Qué? ¿Qué hacía ahí Miguel? No pintaba nada, nadie
lo había invitado. Pero allí estaba, con su estúpida gorra y su aún más estúpida
sonrisa, mirándolo con superioridad junto a la camarera.
-¿Me quieres dejar tranquilo? Nadie
te ha invitado Miguel, no sé cómo has llegado aquí pero pírate.
Notó como Triana le apretaba más la
mano para tranquilizarlo, pero la ignoró. La dichosa sonrisa de Miguel no hacía
más que crecer, y Jairo se puso en pie, enfurecido.
-¡Que te he dicho que te pires hostia!
-¿Qué pasa? ¿Ahora te me pones
machito delante de tu churri? ¿La misma niña a la que ni te has dignado en
follarte en los tres años que lleváis? Y todo porque ella te ha dicho que
quiere esperar al matrimonio para que cates su coñito. Socio, dile de una vez
que quieres jincártela y joder, luego si quiere que haga como el resto de
gitanillas, que se cosa el himen o lo que sea, y ya está. Así que venga, ¡trágate el puto osobuco y luego ve a casa a hacerla gemir hostia!
-¡A ella sí que no! Que no se te
ocurra ni volver a pensar en ella, ¿me oyes? ¡Pirate o te juro por dios
que te mato!
Estaba que hervía de la rabia, ¿por
qué cojones le hacía eso? ¿Qué le había hecho a Miguel para que le hiciese la
vida imposible de tal manera? Unas manos frías contra su cara le hicieron
volver un poco en sí. Triana lo miraba, con lágrimas en los ojos, y le
suplicaba que se tranquilizase, que ya había pasado todo. Miró por encima de su
hombro y vio a Hakim y Amaia hablando con los camareros, seguramente
disculpándose, y a Amalia mirándolo fijamente. De Miguel ni rastro. El muy
cabrón había revolucionado todo y luego se había marchado.
Jairo devolvió la vista a Triana,
que intentaba mantenerse firme, aunque no podía dejar de temblar. Dios, maldito Miguel. ¿Cómo
podía haber hablado de ella así? La fría calma que intentó transmitirle Triana
se convirtió de nuevo en ira al rojo vivo al ver como habían dejado a su novia
todas las mierdas que había dicho el estúpido Miguel. Y todo había sido culpa
suya, si hubiese pasado de él…
-Lo siento Triana, yo…
Pero no sabía cómo rellenar esos
puntos suspensivos, así que, ahora él también con lágrimas en los ojos, se fue
corriendo. Ya fuera del restaurante, cogió una bocanada de aire fresco y
consiguió calmarse un poco. Pero todavía no estaba preparado para volver a
entrar ahí y hablar con Triana. No quería que lo viese así. Miró a través de la
cristalera, y vio como Hakim seguía hablando con los camareros, Amaia abrazaba
a Triana para tranquilizarla y Amalia se disponía a salir en su búsqueda. Oh
no, no podía hablar con nadie en ese momento.
Cuando llegó a su piso, dejó el
móvil a rebosar de mensajes y llamadas perdidas en la mesilla y se tiró sobre la cama. Dios, ¿qué había hecho?
Había dejado que Miguel le sacase de quicio, se había comportado como un energúmeno.
Y lo peor es que, al pensarlo fríamente, se dio cuenta de que en parte tenía
razón. No era capaz de decidirse en nada, no tenía iniciativa ninguna. Y
por culpa de ello, vagaba por la vida como un fantasma anodino, insignificante,
que no hacía nada útil, no dejaba ninguna huella a su paso. Sólo estaba ahí,
ocupando espacio.
Nunca probaría el osobuco porque era incapaz de decidirse hasta en un puto restaurante. No se bebería
la botella de J&B, no sería psicólogo, nunca cumpliría sus sueños, porque no tendría la iniciativa de ponerse a
estudiar, de hacer algo útil consigo mismo. Nunca dejaría su huella en el mundo, porque en vez de caminar sobre la arena, se conformaría con mirar la playa desde lejos, pensando en si debería ir o no. Así sería su vida, su anodina e insustancial vida, si no se
atrevía a cambiar.
Contra todo pronóstico, Jairo consiguió quedarse dormido y soñó. Soñó con un tritón comiéndose un plato de osobuco, con un tritón que bebía de una botella de whisky como si de un biberón se tratase, con un tritón que rasgaba un telón de papel al atravesarlo para representar su espectáculo. Cientos de personas estaban entre el público, deseando ver a ese tritón, con los mecheros encendidos, con las rosas y los sujetadores listos para ser lanzados a sus pies. Pero al tritón no le importaba, él no estaba allí para agradar a las masas, el estaba allí para cambiar vidas. Así que el tritón se puso a caminar lentamente sobre su escenario de húmedo cemento, dejando sus huellas para la posteridad.
Triana usó la copia de la llave que Jairo le había regalado hacía tiempo para entrar en su piso. No había contestado a sus llamadas, pero sabía que tenía que estar ahí. Lo que no sabía era a que enfrentarse, ni cómo hablar con él en ese momento, y por eso agradeció el encontrárselo dormido, abrazado a esa estúpida gorra con la silueta de un tritón que siempre guardaba en su habitación. No tenía ni idea de qué decirle. Llevaba años compartiendo su vida con él, sabiendo lo que le pasaba, pero nunca lo había visto así. Ella lo quería mucho, sabía lo que había, y no le importaba.
Se dirigió a la cocina, abrió la botella de J&B, y bebió un buen trago. Necesitaba mucho valor y alcohol para explicarle que no se le había pasado como ambos pensaban, que Miguel solamente existía en su cabeza, que se había gritado a sí mismo, y que la había insultado y defendido al mismo tiempo en un restaurante repleto de gente. Bebió otro largo trago.
Se dirigió a la cocina, abrió la botella de J&B, y bebió un buen trago. Necesitaba mucho valor y alcohol para explicarle que no se le había pasado como ambos pensaban, que Miguel solamente existía en su cabeza, que se había gritado a sí mismo, y que la había insultado y defendido al mismo tiempo en un restaurante repleto de gente. Bebió otro largo trago.
**************************************************************
"A menudo puedes cambiar tus circunstancias cambiando tu actitud."
Eleanor Roosevelt
Eleanor Roosevelt
Para saber algo más sobre Hakim y Amalia, los amigos de Jairo y Triana, podéis leer Al otro lado del estrecho. Además, algo más de Amalia también puede leerse en Zaratustra y el bosque de papel.
Wow, ha sido profundo, me gusta como escribes
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Pues cuando quieras ya sabes, 5 palabras y a ver que se me ocurre.
ResponderEliminarSupercalifragilisticoespialidoso, llama ángeles, alpaca, cámara y vibrador ;)
Eliminar¿Has pensado también en hacer tus historias a partir de X frase o que la contenga?
Hace tiempo que no escribo historias, pero cuando lo hacía usaba mucho el que me dijeran una palabra cualquiera y un tema, sola me montaba mis propias películas :)
No eres la primera que me da Supercaligrafilisticoespialidoso jajaja. A ver que se me ocurre. Lo otro no es mala idea, yo con cualquier cosa me monto mis películas también :)
EliminarLlevo ya la mitad de tus historias, la próxima vez no se repetirá ninguna palabra :P
EliminarAquí la tienes, espero que te guste http://fausastorga.blogspot.com/2017/05/todo-ira-bien.html
Eliminar