Palabras: Guitarra, Pechos, Esperanza, Thor, Espíritu
-¡Fiona, sal del baño de una
maldita vez!
Como siempre, Fiona ignoró el grito
de su hermano mayor, y siguió peleándose con los dos calcetines que trataba de
colocar bajo el sujetador. Ahora quedaba una más grande que la otra, así se le
caería enseguida, puff, ni de coña parecían más grandes si los ponía así… Y
por fin, tras casi un cuarto de hora peleándose con ellas, Fiona
quedó contenta con el resultado. Se miró al espejo, y dio un par de saltitos
para ver si los calcetines se sostenían. Perfecto, ya estaba lista. Si no fuese
por ese grano sobre el labio, o ese michelín que se marcaba en su camiseta…
-¡Qué salgas de una puta vez o te
juro que te cago en la cama!
Fiona lo insultó como respuesta,
pero aun así salió. La cara enrojecida por la ira de Callum la recibió con un
gruñido y otro insulto, lo que ella ignoró. Simplemente le dio la espalda y se dispuso a marcharse, pasando antes un momento por su habitación para recoger la mochila. Junto a ella
se encontraba postrada una guitarra que hasta un año atrás cualquiera
habría considerado bonita, pero ahora no era más que madera polvorienta. Los dedos de
Fiona sintieron de nuevo el tacto de las finas cuerdas cada vez que tocaba una nota, sus oídos los
torpes intentos que se habían convertido en melodías con el paso de los meses,
y su espíritu, lo que era sentir como la música le hacía bailar en lo más
profundo de su abstracto ser. Sin embargo, su cerebro solo recordaba una cosa.
-No sé para qué te molestas en
aprender esta mierda, si no vas a llegar a nada con ella.
Eso Fiona, no vas a llegar a
ninguna parte con esto. No vas a tocar en el Usher Hall, no vas a vivir como
Amy Macdonald, no vas a subirte a un escenario con Rise Against, no vas a ser ni de coña la
nueva Jimmi Hendrix. Una vez la profesora de música del instituto te dijo que
eras buena, y ya está. Teniendo en cuenta que el resto de la clase no había tocado
una guitarra en su vida, tampoco era nada del otro mundo.
-Buenos días cariño.
Fiona saludó a su madre dándole un
beso en la mejilla, cogió una barrita de muesli, se puso los auriculares y
salió por la puerta. Callum normalmente iba al instituto en autobús, pero ella
prefería ir dando un paseo por las tranquilas calles del casco antiguo de Edimburgo. O más bien,
así tenía tiempo de ir hacer algo que la animaba todas las mañanas, y en el
autobús podía coincidir con alguna de sus amigas, y como la viesen…
En cuanto tiró el envoltorio del
muesli a la basura, guardó los cascos, abrió la mochila y rebuscó en ella hasta
dar con lo que estaba buscando. Aun por encima este era muy viejo, hacía siglos
que no lo leía. Ni siquiera recordaba qué le pasaba al poderoso Thor entre esas
desgastadas páginas. Así que tocaría descubrirlo.
El dios del trueno era toda la
energía que necesitaba para sobrellevar cada día. Se perdía entre sus páginas,
se imaginaba que era como él, y era feliz. Luego cerraba el tebeo y se
enfrentaba a la cruda realidad, pero en parte el recuerdo seguía ahí. En parte,
seguía siendo Thor. Admirada y deseada por todos, poderosa, atractiva, inmortal…
Ojalá pudiese ser Thor de verdad. Si era cierto que había una chica londinense
a prueba de balas, ¿por qué no podía ser ella la chica escocesa que controlaba
las tormentas? Realmente, ni siquiera necesitaba tener el poder de electrocutar
a sus enemigos, ella simplemente… Ella simplemente quería sentirse como Thor.
Respeto, admiración, deseo,… Luchaba por conseguirlos cada uno de los días.
Sus amigos, Brodie,… Siempre vivía con el miedo de que la abandonasen cuando
descubriesen cómo era de verdad. Pero no lo harían si fuese Thor. No, si fuese
Thor estarían a su lado, la querrían, la admirarían. No sabía cómo podían
hacerlo ahora, soportar a la estúpida tabla de planchar de sueños imposibles
que leía cómics a escondidas todos los días para poder sentirse un poquito
menos inútil. Pero lo hacían. Y les debía mucho por ello.
Había seguido todos sus consejos
para compensarles. Brodie tenía razón, era una tontería seguir tocando la
guitarra. ¿Para qué, si no sabía hacerlo bien? Era solo una pérdida de tiempo. Maisie
igual. Aún por encima de que no tenía tetas, no podía permitirse ir comiendo
así. ¿Acaso pretendía que un chico como Brodie siguiese con ella si se ponía
como una foca? Y gracias a ella, no lo había perdido. Además, habían sido tanto
ella como Allison quienes le habían dado la idea de los calcetines en el
sujetador. Hoy era el primer día que la ponía en práctica, pero ya se sentía
más segura de sí misma. Quizás no tuviese el cuerpo envidiable que tenían sus
amigas, pero estaba cada vez más cerca. Así que por primera vez, entró en el
instituto como si ella fuese Thor, y dentro le esperase una horda de
neoyorquinos agradecidos.
-¿Qué pasa?
Callum la había encontrado horas
después, ya de noche, sentada en el suelo de su habitación, con los ojos rojos pero secos de tanto llorar. Fiona no
fue capaz de decir nada, y su hermano no añadió nada más. Se acercó a ella, intentando
evitar los pedazos de papel que poco antes habían sido la aventura de cierto dios
nórdico. Pero ahora sólo eran eso, pedazos. Igual que ella. Horas antes, era
Thor listo para ser elogiado. Ahora no era más que una niñita llorona y
destrozada que no conseguía encontrar un motivo para reunir sus propios pedazos.
-¿Qué pasó?
-No lo sé.
Pero sí que lo sabía. Claro que lo
sabía. Había ido corriendo a ver a Brodie, para sorprenderlo con su nuevo
aspecto antes que a nadie. Y vaya si lo había hecho. Nunca lo había visto
riéndose tanto. Luego le había dicho que era broma, se había acercado para
besarla y… Lo siguiente que recordaba con claridad era un calcetín en la mano
de Brodie, otro en el suelo, a sus compañeros señalándola y riéndose… A Maisie
y Allison sosteniéndose entre ellas para no caerse de las carcajadas. Y ella se
había quedado allí, con el sujetador roto colgando desde su escote, pegada contra la pared, como un cascarón vacío, sin ningún sentimiento dentro. No era, solo estaba.
Callum siguió sin decir nada, pero
se sentó junto a ella y se puso a mirar al suelo. Estuvieron unos
minutos así, en silencio, hasta que Fiona se fijó en que los ojos de su hermano
estaban fijos en una viñeta de Thor volando gracias a su martillo.
-Nunca seré Thor.
Ni siquiera supo por qué lo dijo,
pero lo dijo. Ahora, además de sentirse una mierda, no podía estar más
avergonzada. Menuda chorrada había dicho. Le acababa de dar a Callum material
para meterse con ella durante toda la vida. Notó como su hermano se levantaba,
y lo miró, confusa. Quizás ya estaba harto de aguantarla. Pero no se fue. No,
se detuvo junto a la puerta, posando la mano en la vieja guitarra, y la miró.
-Claro que nunca serás Thor. Y
tampoco quieres serlo. Sabes que no. Tú quieres ser otra persona, solo que no
te das cuenta.
-¿Quién?
-¿Tú qué crees?
-¿Jimmi Hendrix?
La carcajada que soltó Callum como
respuesta, aunque en cualquier otro momento le habría ofendido, no sabía por
qué, pero resultó muy contagiosa. De nuevo, las lágrimas brotaron como locas de
sus ojos, pero el motivo no podía ser más distinto. Los dos hermanos tardaron
un par de minutos en ser capaces de pronunciar una sola palabra sin echarse a
reír, y entonces, ninguno dijo nada. Callum simplemente se quedó mirando
fijamente a Fiona, y ella sabía exactamente qué era lo que quería decirle. “¿Qué,
ya sabes la respuesta?”. Pero no, no la sabía. Así que agachó la cabeza.
Callum suspiró, se acercó de nuevo
a la guitarra, la cogió con cuidado y se sentó junto a Fiona con ella en
brazos. ¿Qué iba, a ponerse a tocarla? Porque ella no es que la tocase muy
bien, vale, pero él lo más parecido que había tenido entre sus manos había sido
una sartén. Pero los dedos de Callum en ningún momento parecieron dispuestos a
acercarse a las cuerdas del instrumento, sino que en cambio, lo pusieron en las
manos de Fiona. Ella respondió entre murmullos.
-No se me da bien.
-Me da igual. Fi, te odio por
hacerme hablar como un puto viejo, pero ahí va. Los dos sabemos que has oído
alguna vez el “la esperanza es lo último que se pierde”, ¿verdad?
-Sí.
-¿Y qué le pasó a tu esperanza Fi?
-Que fue lo primero que perdí.
Fiona se sorprendió de su propia
respuesta. Ni lo había pensado, pero había salido tan natural de sus labios… Y
era cierto. Bueno, no realmente. No había
perdido la esperanza, la había tirado a la basura. La había tirado a la basura
por agradar a esa gente que se había reído de ella, esa gente que… Esa gente por
la que se mentía a sí misma. Se había convencido a si misma de que los quería,
que eran sus amigos, que era el amor de su vida… Pero no, solo eran ilusiones.
Eran una de esas fotografías perfectas
sacadas entre una discusión y otra, eran un perro al que ves jugueteando
con su dueño sin saber que apenas un par de horas antes había sido molido a
palos por él, esos moratones que se esconden debajo de las mangas. Bueno, quizás con eso último estaba exagerando, pero al caso. Eran todo
aquello que querías que el mundo se creyese, aquello que también querías creerte tú.
Pero que te creas algo no implica que sea cierto. Ella misma se creía que estaba
siendo feliz. ¡Ja! Y se lo había creído bien eh. Igual que se había creído
alguna vez que podría llegar a ser Thor. Pero no lo iba a ser. Y no tenía que
serlo. Ni tenía que querer serlo. Solo había una maldita persona en ese mundo
qué quisiese ser.
-Fiona. Es decir, yo. Quiero ser yo, no Thor, ni Jimmi Hendrix, ni Amy
Macdonald. Solo yo.
-¿Amy Macdonald? ¿De qué hablas? – Callum sonrió.- Da igual. Sí, Fi, a
eso me refería. Y yo también quiero que seas tú. Lo que me faltaba, tener
una hermana que pudiese carbonizarme con un rayo. Y volviendo a la esperanza
perdida, ¿no crees que es hora de…?
-¿Recuperarla? Sí. Pero antes tocará limpiar esto un poco. Y afinarla. Y puede que comprar cuerdas nuevas.
Y rezar porque esa vieja guitarra
fuese capaz de hacer bailar a su espíritu de nuevo, pensó para sí misma. Pero
sabía que lo haría. Porque daba igual que tocase mejor o peor. A ella le
gustaba, y punto. Y daba igual tuviese una tabla de planchar por tetas. Eran suyas, y punto. Y, sobre todo, daba igual que no fuese el poderoso Thor. Ella era Fiona, y
punto.
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"Y lo que opinen los demás, está de más."
José María Cano
José María Cano
Para saber algo más sobre la chica londinense a prueba de balas, podéis leer A prueba de balas.
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