Palabras: Dedo, Yogurt, Carpeta, Esmoquin, Pestillo
Abrir la
nevera, sacar un yogurt, coger una cucharilla, dejarlo en la mesa. Encender la
tele, ir a la entrada, comprobar que el pestillo estaba echado, volver al
salón. Abrir la bolsita de azúcar, verterlo en el yogurt, limpiar los restos de
la mesa. Frotar las manos contra el pantalón hasta librarse de
esos pegajosos granos adheridos a las yemas de sus dedos. Sentarse en el sofá, estirar las piernas, atender a las
noticias y comer.
Una ex policía
transexual publicaba sus memorias tras salir de prisión. Otra agente de un
pueblucho de la Galicia profunda moría atacada por algún chucho asalvajado. Red
de esclavas africanas destapada no muy lejos de allí. Una de las jóvenes
declaraba, miedosa y con un torpe castellano, mientras un chaval rubio le
pasaba un brazo por los hombros para darle ánimos. Dios, hasta ahí había pasteleo,
era hora de irse a la cama.
Apagar la
televisión, tirar los restos, fregar la cucharilla. Comprobar de nuevo que el
pestillo estaba bien echado, revisar si tenía algún mensaje en el móvil, pasos
lentos hacia su habitación. Abrir la puerta del armario, apartar la cazadora de
cuero, luego el jersey azul. Mirar fijamente el esmoquin. Acariciar una manga
con nostalgia, posar en ella los labios. Otra ojeada. Cerrar el armario,
apartar las sábanas, tumbarse. Comprobar de nuevo el móvil, poner la alarma,
apagar la luz, a dormir.
Desbloquear
pestillo, cerrar la puerta, girar la llave dos veces. Pasillo, ascensor,
entrada. Peinarse mirando el espejo, recuerdo que empañaba sus ojos, adentrarse
en un nuevo día. Repetir proceso a la inversa, amparado en la noche. Nevera,
yogurt, cucharilla, tele, pestillo. Azúcar, dedos pegajosos, sofá, noticias, comer.
Una hacker
iraní detenida en directo en el programa de Oprah. Tensiones aumentaban entre
las dos costas australianas. Intento de asesinato de la presidenta del gobierno
en un hospital de Vigo. La enfermera que se había convertido en la heroína de la noche seguía negándose a dar
declaraciones. Se parecía mucho a ella. Quizás realmente nada. Quizás cualquier
mujer le recordase a ella. Quizás solo tenían en común el blanco de los ojos.
Imposible, no había un blanco tan hermoso como el suyo.
Apagar la
televisión, fregar, pestillo, móvil, habitación. Abrir el armario. El esmoquin
lo esperaba de nuevo. Posar sus labios en él. Todavía sabía a Irene, podía
sentirlo. O quizás no. Quizás todo supiese a ella. Quizás todo supiese a
chocolate comido a escondidas, a bálsamo labial y a canciones de Izal. Cerrar
armario, mensajes, alarma y a dormir.
La pista de
baile poblada por figuras tambaleantes, nacidas del alcohol, ropa elegante y un
nuevo año. Una sombra pelirroja apoyada sobre la barra, sus labios posados en
una pajita negra, sorbiendo ese néctar que bien podía ser felicidad líquido,
bien gasolina para camiones. Un amigo lo empujaba contra ella, el vaso se hacía
añicos contra el suelo. Nunca sabría si haría miel o simplemente repostaba.
Cabrón.
Se
disculpaba. Ella aseguraba que no pasaba nada. Risa tímida, mirada confusa. Le
sonaba de algo, susurraba. El aroma de la noche en la estepa siberiana
acompañaba a su voz. Dos años en la misma facultad, le recordó, bañándola a su
vez con la brisa de los verdes prados escoceses. Sonrisa avergonzada, mirada de disculpa.
Dos besos, uno en la mejilla, otro confuso.
Mano fría
en su brazo. Muy bonito el esmoquin. Hermoso vestido, respondía. No era
mentira, aunque a sus ojos les costase enfocar más que cierta región bajo su
húmedo cuello. Quizás mejor tomar el aire, hacía mucho calor. Sí. Brazo
alrededor de la cintura. Risa tímida de nuevo, o no tanto esta vez, quién sabe.
Frío en la
cara, hombros que tiritan. No te preocupes, no necesito abrigo, pero gracias.
Historias, anécdotas, risas que se convierten en carcajadas. Dedos tímidos que
juguetean. Ahora se tocan, ahora no. Pulgar bajo la barbilla. Déjame probar una
cosa. Chocolate, bálsamo e Izal.
No, eso no
había pasado. No podía ser. Dormir, oscuridad, día nuevo. No podía soñar. No
había soñado desde aquel día, todo había sido igual. Sudor húmedo, levantarse
de la cama, abrir el grifo, agua fría. Todo tenía que ser igual, no podía
cambiar. Abrir armario, esta vez sin mirar. Sin mirar. Sin mirar. Ojear
esmoquin. No, no podía. Sólo de noche, nada de día. No había pasado, era todo
igual. No había soñado, no lo había mirado, era un día normal. Desbloquear
pestillo, cerrar la puerta, girar la llave dos veces. Ascensor, espejo, pelo y
a caminar.
Obras en la
calle. No, eso tampoco podía pasar. Inspirar, expirar, tomar un desvío. Allí
estaba lo que había que evitar. Chocolatería a rebosar, dependiente sonriente, recuerdos
que duelen. Paso ligero, mirada al suelo, no lo quería ni pensar. Acera,
zapatillas, gorriones que se apartaban al caminar. Golpe seco, carpeta al
suelo, disculpas. Recoger carpeta, devolverla a su dueña, ojos verdes con tintes
de desamor y decepción. Seguir andando. Darse la vuelta. Esa chica no estaba bien. Pensar
en perseguirla. Demasiado tarde. Pobre chica, necesitaba ayuda. Pobre él,
necesitaba ayuda.
Nevera,
yogurt, cucharilla, tele, pestillo. Azúcar, dedos pegajosos, sofá, noticias, comer.
Prometedora joven fallecida al caerse por unas escaleras. Astrónomo italiano
pidiendo que Plutón volviese a ser un planeta. Científica islandesa
abandona su misterioso retiro en la nieve tras cinco largos años. Seguían hablando del atentado yihadista en
pleno Madrid. El mundo estaba loco.
Apagar la
televisión, recoger, fregar, pestillo, mensajes, habitación. Abrir el armario,
apartar ropa, chocolate, bálsamo e Izal. Cerrar armario, cama, alarma, y a
dormir. Ojos verdes bajo sus pestañas. Necesitaba ayuda. Levantarse, encender
la luz, abrir armario, chocolate, bálsamo e Izal. Abrir ventana, arrojar esmoquin,
ver como se posa sobre el asfalto. Adiós Irene. El mundo estaba loco, pero él
ya no.
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"El amor tiene fácil la entrada y difícil la salida."
Lope de Vega
Cómo alguien me ha comentado, sí, este relato ha sido una oportunidad para complementar lo contado en otros: Delito de odio, El Chupacabras, Sonrisa olvidada, Fish & Chips, Tornillería S.L., Mariposas en el estómago, La clave del éxito, Verde malaquita, El destino viste de plumas, !Que viene Mussolini!, Correo basura y Colágeno.
Es un recurso que tenía ganas de usar, y no sé a vosotros, pero me gusta como queda, así que lo seguiré usando mientras no implique que tengas que leer un relato para entender otro.
Lope de Vega
Cómo alguien me ha comentado, sí, este relato ha sido una oportunidad para complementar lo contado en otros: Delito de odio, El Chupacabras, Sonrisa olvidada, Fish & Chips, Tornillería S.L., Mariposas en el estómago, La clave del éxito, Verde malaquita, El destino viste de plumas, !Que viene Mussolini!, Correo basura y Colágeno.
Es un recurso que tenía ganas de usar, y no sé a vosotros, pero me gusta como queda, así que lo seguiré usando mientras no implique que tengas que leer un relato para entender otro.
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